«Si hablamos de mutilación genital femenina, es una práctica prohibida en Chad, pero la gente continúa haciéndolo de forma confidencial y secreta. Para llegar a la mutilación, hay todo un proceso que implica a los padres y a gente muy cercana a los padres. Cómo una niña, que es menor, va a poder denunciar a todas estas personas ante la justicia. Es realmente muy difícil.»
- Sifa Kaite. Coordinadora Protección a la Infancia JRS Chad.
Aparte de provocar daños psicológicos graves, genera problemas en el embarazo y en el parto, disfunciones sexuales e infecciones crónicas. Además, las niñas pierden el acceso a la educación, dadas las complicaciones de salud y el dolor que supone. En algunas zonas, los costes asociados con la ceremonia de la mutilación pueden acarrear el abandono de la escuela, por la imposibilidad de la familia de pagar ambas cosas.
Esta práctica abusiva está muy extendida, en particular en África Subsahariana, pero también en algunos países de Oriente Medio –Irak y Yemen– y en Indonesia.
La razón principal para la mutilación genital femenina es la creencia de que es necesaria para conseguir un buen matrimonio. En algunas comunidades, las niñas que no se someten a la mutilación son consideradas promiscuas y sucias y no consiguen casarse.
No sólo supone un grave riesgo para su salud, sino que atenta contra los derechos humanos fundamentales de las niñas de todo el mundo.
Globalmente, 600 millones de mujeres, entre 20 y 24 años, el 21% de todas las mujeres del mundo, han sido obligadas a casarse siendo niñas.
Las tasas más altas de matrimonio infantil se dan en los países al sur del Sahel: en República Centroafricana es del 68%; en Chad del 67% y en Sudán del 52%. En otras regiones como América Latina también se dan porcentajes muy elevados, sobre todo en Centroamérica: es el caso de Nicaragua (40,6%) y Honduras (38,8%). Los países con un mayor número de niñas casadas son India (15,5 millones), Bangladesh (4,4 millones), Nigeria (3,5 millones), Brasil (3 millones) y Etiopía (2,1 millones).
La situación de pobreza, los conflictos armados y las crisis humanitarias favorecen esta práctica. Muchas familias ven el matrimonio de sus hijas como una salida segura para evitar el acoso o los asaltos físicos o sexuales, comunes en zonas de conflicto. Actualmente es un problema creciente para las niñas sirias de las comunidades de refugiados de Jordania, Líbano, Irak y Turquía.
El matrimonio infantil priva a las niñas de sus derechos básicos a la salud, la educación y la seguridad: son más vulnerables a sufrir múltiples formas de violencia, tienen mayor probabilidad de tener peor salud, de tener hijos a edades muy tempranas, cuando no están física ni psicológicamente preparadas, y de abandonar la escuela. En algunos países, las complicaciones en el embarazo y en el parto son la principal causa de mortalidad de las adolescentes de entre 15 y 19 años.
El matrimonio infantil es una grave violación de los derechos de las niñas y se trata de la forma más generalizada de abuso sexual y explotación en menores de 18 años.
«Estoy casada, soy madre de cuatro niños y dos niñas. Me casaron muy pequeña y no tuve ocasión de acabar mis estudios. Nuestra situación económica era difícil. Mi madre me dijo que ya era mayor y que iba a darme en matrimonio. Le dije que no quería casarme. Pero me obligaron a casarme con ese hombre a los 15 años.»
- Iklas, refugiada sudanesa en el campo de Iridimi, Chad.
Guadalupe Flores, de CIAZO El Salvador, explica el impacto de la violencia sexual en las niñas y adolescentes del país. “La violencia sexual afecta de manera particular a las niñas, y se vincula con la problemática de los embarazos en la adolescencia”
- Guadalupe Flores. CIAZO El Salvador.
El 27% de las niñas del mundo sufre violencia sexual y es en Latinoamérica donde el panorama es más preocupante: en 2017 más de un millón de niñas y adolescentes fueron víctimas de este tipo de violencia.
Estas niñas se enfrentan, además de a embarazos no deseados y al trauma y al sufrimiento psicológico, a abortos inseguros y a enfermedades de transmisión sexual, incluyendo el VIH. Pueden ser socialmente excluidas lo que les induce a vivir en la calle o al trabajo sexual. En culturas donde la virginidad es altamente apreciada, la violencia sexual puede estigmatizar a las niñas, ya que se ve como una mancha en el honor familiar, llegando en casos extremos al asesinato de la víctima.
Las niñas son sometidas en todo el mundo a diferentes formas de abuso y explotación, incluyendo también la sobrecarga de tareas domésticas. La mayoría de niñas se ve obligada a realizar tareas del hogar como cocinar, ir a buscar leña, agua o estar a cargo de sus hermanos pequeños. Todo ello obstaculiza su continuidad educativa, impide su desarrollo integral, y vulnera sus derechos.
La edad media de las niñas objeto de explotación sexual es de entre 11 y 14 años, quedando atrapadas en espirales de violencia que incluyen violación, tortura, abortos forzados, inanición y amenazas de asesinato a familiares.
34,2 millones de niñas y mujeres son refugiadas o desplazadas siendo, por esta situación, más proclives aún a sufrir cualquier forma de violencia o abuso.
Pasa que los papás toman, humillan a sus hijas, hacen más a los varones que a las mujeres. En algunas familias los propios padres dañan a las hijas. Yo le decía a mi papá “yo quiero estudiar” y él me decía “para qué vas a estudiar si sisos mujer, igual te vas a casar y te van a alimentar”. Por eso mi papá dijo que lo mejor sería dejar de estudiar y poder ayudarlo en lo económico. Y, cuando tenía 12 años, trabajé de cocinera en una casa. Hacía la comida, lavaba ropa, hacía los quehaceres de la casa. 5 años dejé de estudiar.
- Kim, estudiante Fe y Alegría Guatemala.
Una violencia que, además, está presente en las estructuras sociales: en la familia, la comunidad, en el lugar de trabajo y, también, en la escuela. Estas formas de violencia afectan a la salud y el bienestar de las niñas y limitan su capacidad para generar ingresos a lo largo de la vida, condenándolas a la pobreza. Esta dinámica no sólo afecta a las niñas sino también a sus hijos e hijas, a sus hogares, a sus comunidades y a la sociedad en su conjunto.